2014, Washington DC.
La ciudad acoge el TEDMED, la filial de medicina del prestigioso evento de charlas TED. Sube al escenario rojo una mujer de pelo rubio, muy joven, vestida con la característica camisa de cuello alto al estilo de Steve Jobs.
Su nombre es Elizabeth Holmes, es la mujer multimillonaria hecha a sí misma más joven del mundo según Forbes, y la creadora de uno de los avances médicos más revolucionarios de la historia. Su voz es extrañamente grave para ser mujer.
Su voz es extrañamente grave porque no es su voz. Numerosos estudios indican que las mujeres con voz más grave tienen más credibilidad. Y aunque ahora esto parezca un chiste, a Elizabeth Holmes le está funcionando de maravillas. Los organizadores del prestigioso evento TED: se lo han creído. Los inversores como Rupert Murdoch, Henry Kissinger, Betsy DeVos o la familia Walton: se lo han creído.
Todo el público se lo ha creído. Pero su empresa Theranos, al igual que su voz, es una farsa. No existe ningún avance médico revolucionario, solo humo y estafa. Esta es la historia de ascenso y caída de la mayor estafadora de Silicon Valley: Elizabeth Holmes.
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Índice
La juventud de Elizabeth Holmes
Elizabeth Holmes nació en el seno de una familia bien acomodada de los Estados Unidos. Su padre, Cristian Rasmus Holmes, fue vicepresidente de Enron, la conocida empresa energética que quebró después de uno de los mayores escándalos financieros de Estados Unidos. Pero esa es otra historia.
Cuando era niña, Elizabeth leyó la biografía de su tatarabuelo Christian R. Holmes, inventor, ingeniero y cirujano. Fue un hombre tan reputado que en Cincinatti hay un hospital con su nombre. La biografía de su tatarabuelo inspiró tanto a Elizabeth que ya desde pequeña supo que quería dedicarse a la medicina. Solo había un problema: tenía miedo a las agujas. Pero de eso hablaremos más adelante.
Elizabeth estudió en el St Johns School, en Houston, y desde joven se interesó por la programación. Inició su primer negocio estando todavía en el instituto: vendía compiladores de c++ a universidades chinas.
A, es verdad. Resulta que Elizabeth era una especie de niña prodigio del chino mandarín. Incluso pasó parte de su adolescencia en china. Bueno, esa es una versión. También hay quien dice que más que prodigio, sus notas eran algo mediocres como para entrar en la prestigiosa universidad de Stanford, así que sus padres la apuntaron a un programa de verano de chino mandarín de de Stanford para aumentar sus posibilidades de entrar.
Y lo logró. Elizabeth entró en la Universidad de Stanford y se matriculó en la carrera de ingeniería química. Y destacó. Recibió varias becas y realizó prácticas en el Instituto de Genomas de Singapur. Allí, mientras investigaba, tuvo la brillante idea que revolucionará todo el sector de la medicina: un dispositivo portátil que podría diagnosticar cientos de enfermedades con una sola gota de sangre. Sin necesidad de las largas agujas que tanto miedo le daban.
Entonces todavía tenía 19 años.
Theranos: una Startup en la Universidad de Stanford
Universidad de Stanford, 2003.
Elizabeth Holmes se reúne con el profesor de ingeniería química, Channing Robertson en su despacho. Robertson la conoce. Sabe que es una alumna aventajada y también muy carismática. Elizabeth le presenta una patente: un dispositivo portátil que podría ayudar a administrar un medicamento, monitorear las variables en la sangre del paciente y ajustar la dosis para alcanzar el efecto deseado.
Elizabeth ha empezado a trabajar en su negocio en un sótano, un lugar romántico que recuerda a otros emprendedores como Jobs o Zuckerberg.
Al profesor Robertson le gusta la idea. No sabe que, antes que él, la profesora de medicina de Stanford, Phyllis Gardner, le ha respondido a Elizabeth de forma asertiva: no creo que tu idea vaya a funcionar.
Pero el mundo es para los que se atreven.
El siguiente semestre, Elizabeth dejaría Stanford para fundar, con el profesor Robertson de presidente, Real Times Cure. Una empresa que pronto pasaría a estar en boca de todos, pero con su nuevo nombre: THERANOS.
Theranos fue un unicornio: más de 1.000 millones de dólares de valoración
Pese a parecer el nombre de un dios griego, Theranos es simplemente la fusión de las palabras therapy y diagnosis. Y ese nombre venía del invento estrella de Elizabeth: una máquina portátil que con una sola gota de sangre podría diagnosticar cientos de enfermedades. Lo llamó “Edison”, en honor al inventor y empresario, Thomas Edison. También inventaron el nanotainer, un diminuto recipiente para guardar muestras de sangre. Mirad el parecido entre estas dos fotos, totalmente casual.
En pocos años consiguió una financiación de 92 millones de dólares de fondos venture capital. Así se llaman los fondos de capital riesgo que invierten en startups con el objetivo de encontrar un unicornio: empresas que alcanzan los 1.000 millones de dólares de valoración sin todavía haber salido a bolsa.
Y Theranos parecía ser ese unicornio. Lo tenía todo: una tecnología revolucionaria, una joven talentosa como imagen de la empresa, y el apoyo económico necesario para llevar a cabo su proyecto.
Aunque también había dudas.
Hasta 2013 hubo cierto secretismo respecto a lo que se hacía en Theranos. No publicaban notas de prensa y ni siquiera tenían página web. Pero en 2013 anunciaron su colaboración con Walgreens, una de las cadenas de farmacias más importantes de Estados Unidos, para colocar las máquinas de análisis de sangre de Theranos en sus farmacias.
Y aquí el unicornio ya empezaba a asomar.
Como es de esperar, solo hay un lugar en el mundo capaz de acoger a una empresa con semejante revolución tecnológica: Silicon Valley.
Elizabeth Holmes instaló sus oficinas en Silicon Valley
2014, Silicon Valley.
La fama llega a Elizabeth. Empieza a salir en revistas y en páginas como Medscape, es portada de las revistas Fortune, The New York Times Style Magazine y Forbes. Esta última la declara la mujer billonaria “hecha a sí misma” más joven del mundo.
En 2015 Theranos había firmado ya con Cleveland Clinic, Capital BlueCross, y AmeriHealth Caritas para usar sus aparatos. Elizabeth Holmes se veía ya entre los más grandes como Steve Jobs, al cual le copiaba la forma de vestir cada vez que salía en una pantalla.
El éxito le había llegado, solo había un problema: su invento no funcionaba. Nunca lo había hecho.
John Carreyrou: el periodista que destapó las mentiras de Theranos
2015, oficinas de The Wall Street Journal
John Carreyrou, un periodista de investigación curtido, con un pulitzer y varios premios recibidos en su carrera, se topa con una curiosa investigación. El investigador es Eleftherios Diamandis, un bioquímico, profesor y director de la facultad de bioquímica de Toronto.
Según la investigación de Diamandis, la máquina Edison de Theranos parece sospechosa, y la mayoría de las promesas de la empresa parecen exageradas.
A partir de las sospechas de Diamandis, Carreyrou coge el relevo e inicia una investigación periodística que que está a punto de destapar todas las mentiras de una mujer experta en el engaño.
La voz real de Elizabeth no es tan grave
Theranos era puro humo, la máquina Edison, que se suponía que podría analizar todo tipo enfermedades con una sola gota de sangre, no funcionaba. Según los trabajadores: cuando comenzaban las pruebas la sangre se derramaba por todas partes, el dispositivo se quedaba colgado, las piezas de los dispositivos se caían literalmente en medio de las pruebas, las centrifugadoras explotaban, nada funcionaba.
Y, sin embargo, nadie parecía darse cuenta.
De alguna forma Theranos parecía estar cumpliendo con los acuerdos que tenía con Walgreens y otras compañías. Ningún trabajador decía nada, y Elizabeth Holmes seguía dando entrevistas con su icónica voz de barítono. Solo unos pocos se fijaron en que nunca parpadeaba.
Sunny Balwani: la extraña relación con Elizabeth Holmes
A quién también había enamorado era a Sunny Balwani, un curioso empresaurio de origen pakistaní. Sunny había trabajado para Microsoft como vendedor. Según él: habia escrito miles de líneas de código para la empresa. Según investigaciones independientes: eso no se pudo comprobar, y cuándo se preguntó a encargados de Microsoft, ninguno sabía quién era.
Lo que sí que hizo fue dinero. Vendió las acciones de su empresa Commerce One justo antes de que estallara la burbuja de los puntocom. Un visionario.
Además, el tío algo de carisma debía tener, porque enamoró a Elizabeth Holmes, cuando… Bueno, cuando ella tenía 18 años y el 37. Vale, un poco raro.
La cuestión es que la unión de una joven que se disfrazaba de Steve Jobs y de un hombre un tanto extraño que mentía sobre su pasado, era el cóctel perfecto para manejar una empresa como Theranos. Porque, sí, Sunny además de esposo de Holmes era también el presidente de la compañía.
Cómo engañaron a sus inversores
Juntos dirigieron hábilmente la empresa para que nadie se diera cuenta de lo que pasaba. Cuando los inversores llegaban al edificio de Theranos, emocionados con la idea de probar la magia de la máquina Edison, un trabajador los llevaba a una sala especial, donde había unos prototipos del Edison diferentes a las habituales. Entonces el trabajador pinchaba a uno, y metía su sangre en el Nanotainer, que iba en un cartucho, metía el cartucho en el Edison, y luego llevaba a los inversores a hacer una visita guiada que duraba una hora.
La visita guiada duraba una hora porque era el tiempo que necesitaban para que un ingeniero entrara corriendo en la sala, sacara el cartucho con la muestra de sangre del Edison, y la llevara a un laboratorio. En ese laboratorio los investigadores realizaban los análisis con métodos y máquinas convencionales –máquinas sin ningún secreto tecnológico disponibles comercialmente– y el ingeniero regresaba antes que los inversores con el cartucho y los resultados.
Así engañaban a la gente de fuera. Claro que, a los ingenieros y científicos no se les podía engañar.
Para que el Edison pudiera realizar hasta 200 análisis diferentes tenían que meter mucho hardware. Eso implicaba una máquina grande, pero la gracia del Edison era que fuera pequeño y portable: que cada paciente tuviera su máquina en casa para poder hacer análisis de forma regular y poder ver así su estado de salud.
Si los trabajadores decían que era imposible, la respuesta de Sunny era: tal vez tu lugar no sea Silicon Valley.
Y esa era la parte más amable. Porque si alguien se marchaba le hacían firmar un acuerdo de confidencialidad, y contrataron a uno de los abogados más famosos de Estados Unidos para llevar a cabo sus intimidaciones legales: David Boies. Abogado de empresas tabaqueras, del mismísimo Harvey Weinstein, y un hombre que había machacado al mismísimo Bill Gates.
Su papel en el caso Theranos se hizo relevante cuando ocurrió el soplo.
Tyler Shultz: el trabajador que delató lo que ocurría en la empresa
El periodista John Carreyrou estaba investigando a Theranos, pero la clave llegó cuando consiguió el chivatazo de un empleado: Tyler Shultz, nieto del inversor George Shultz, que había invertido en Theranos en su fase inicial y formaba parte del equipo directivo.
Evidentemente el nieto Tyler había conseguido su puesto en Theranos por méritos propios y nada de enchufismo. La cuestión es que Tyler le dijo a su abuelo que era todo mentira, que Theranos no tenía ninguna tecnología. Pero George, hombre de negocios con MUCHA historia detrás, le respondió que, a ver si espabilaba, que, básicamente, Elizabeth era un genio y bla bla bla. Estaba, algo así como, embrujado por Elizabeth.
Lo cierto es que se dice que Elizabeth tenía una especie de atracción mágica para señores mayores adinerados, como Rupert Murdoch, el magnate de medios de comunicación.
Volviendo a Tyler, pese a que su abuelo no le hiciera caso, dejó Theranos y se saltó el contrato de confidencialidad mandando un chivatazo a los reguladores de manera anónima.
Eso no sirvió de nada, así que habló con John Carreyrou y le contó que Theranos realizaba la mayoría de sus análisis de sangre con máquinas de laboratorio disponibles comercialmente, y que los pocos análisis que se podían realizar en el Edison no daban resultados muy precisos.
Tras escucharlo, Carreyrou se fue a la farmacia de Walgreens más cercana y pidió un análisis de sangre con la máquina de Theranos. Para su sorpresa, apareció una enfermera con una aguja convencional y le sacó sangre. Nada de un pequeño pinchazo en el pulgar para coger una gota de sangre. No, era una jeringuilla normal y le sacaron una cantidad de sangre normal, de la misma forma en la que se ha hecho toda la vida.
Sorprendido, o no tanto, Carreyrou elaboró una serie de preguntas sobre las prácticas de Theranos y se las envió a la dirección de la empresa.
Elizabeth montó en cólera cuando se dio cuenta de que el Wall Street Journal estaba preparando un artículo sobre ellos. Habló con el propio Rupert Murdoch para que lo acallara, ya que Murdoch es dueño de News Corp, empresa matriz del Wall Street Journal.
Este prefirió no actuar, así que Elizabeth sacó a su perro: David Boies. Para empezar, descubrieron que el chivato era Tyler Shultz, porque en una pregunta de Carreyrou se incluía un porcentaje que anteriormente Shultz había mandado por correo a la propia Elizabeth Holmes.
Ataron cabos y los abogados fueron a por Tyler. Su familia tuvo que gastar 400.000 dólares en procesos legales, aunque, bueno, pobres tampoco es que fueran. Como curiosidad, su abuelo le defendió pero no le dio la razón. De hecho, nunca se lo dio.
Luego Boies fue a por Carreyrou. Se reunieron varios abogados con el periodista para meterle miedo y evitar que el Wall Street Journal publicara el artículo, pero eso le confirmó a Carreyrou que, efectivamente, había pinchado hueso.
El 16 de octubre de 2015, el artículo de investigación que destapaba las mentiras de Elizabeth Holmes y su StartUp Theranos salió a la luz.
Ante esto, Elizabeth adoptó la estrategia de la huida hacia adelante.
Pero ya poco había que hacer. Los reguladores americanos empezaron a moverse. En 2016 la CMS anunció que sancionaría a Theranos y, no solo eso, si no que suspendería a Holmes y a Balwani para que no pudieran pisar un laboratorio clínico en al menos dos años.
Ese mismo año la SEC inició una investigación criminal por engañar a inversores y funcionarios gubernamentales sobre su tecnología.
Después de años de juicios, en enero de 2022 declararon a Elizabeth Holmes culpable de fraude y conspiración, enfrentándose hasta a 20 años de prisión. La sentencia estaba programada para el 26 de septiembre de este año, pero, se retrasó. Al final, después de retrasos, fue condenada a 11 años de prisión. Pero a día de hoy Elizabeth sigue con las apelaciones y no ha pisado ninguna cárcel.
Mientras tanto hace vida normal con su nuevo esposo e hijo.
Tras el escándalo se han realizado numerosos análisis del lenguaje corporal y verbal de Elizabeth, y muchos sugieren que podría sufrir algún tipo de trastorno mental.
Durante su juicio, Elizabeth declaró haber sido raptada y V. cuando estaba en Stanford, y también acusó a Sunny de haber abusado de ella.
Serie documental sobre el caso Theranos
En 2022 se publicó The Dropout, una serie documental protagonizada por Amanda Seynfield en el papel de Elizabeth Holmes. La serie se puede ver en Disney +, aunque yo te voy a recomendar mi vídeo documental del caso, un reportaje de 14 minutos que puedes ver gratis aquí.